Desde niño me ha
encantado el probar diferentes cosas e intentar realizar múltiples actividades
para mejorar. Es decir, el ir variando mi día a día e intentar probar nuevas actividades
a ver si me gustaban más o menos que las que realizaba. No soy de esas personas
que prefieren o bien no arriesgar a probar algo nuevo o bien especializarse en
una actividad para conseguir alcanzar un nuevo nivel de perfeccionamiento
viabilidad.
Como he dicho no
me convencen las dos opciones anteriores: ni la de situarte en una zona de confort,
no la de obsesionarte por el perfeccionamiento. En este mundo hay muchísimas cosas
que hacer y la vida nos demuestra que poco tiempo para ello, por lo que
considero más divertido el tratar de “aventurarse”. A las personas que piensan
como yo en mi junventud se les aplicaba la denominación de “culos inquietos”.
En plan
generalista los apartados anteriores quedan bien, pero sin “sustancia”. ¿A que
le aplicamos el probar diferentes actividades? Cuando somos jóvenes probablemente
a las aficiones. Nosotros a su edad y hoy en algunos casos de forma enfermiza,
podemos ver como muchos padres “persiguen” a sus hijos/as para que sean el
nuevo “Messi” (como no futbolista), la nueva “Sharapova” (para que negarlo es
más fashion que las Williams), etc. Evidentemente y en la situación económica familiar
actual, la especialización es necesaria. Así como es relativamente barato hacer
fútbol (un balón hay en cualquier sitio), no es lo mismo hacer golf o hípica,
por lo que no podemos ir testando cada dos meses hasta encontrar el deporte en
el que nuestros hijos puedan destacar.
Retrocediendo de
nuevos unos años, en mi juventud, me dediqué a variar continuamente de
aficiones: futbol, rugby, judo, natación, baloncesto, cricket, beisbol o guitarra (menos agresiva que las anteriores, me
vino muy bien en aquellas tardes de salida en grupo). Ya de menos joven, seguí probando
nuevas aficiones por necesidad. Está claro que en el caso de los deportes, el
tiempo hace que ciertas actividades que de jóvenes podíamos hacer sin complicaciones,
posteriormente resulten verdaderamente complicadas. Nadie corre igual a los 20 años
que a los 50.
En mi mocedad nuestros
padres también querían que fuésemos futbolistas y mi padre al verme saltar de
un deporte a otro, de vez en cuando solía “soltarme” hirientemente la siguiente
frase: “Muchos oficios tenía Perico y ninguno le hizo rico”.
Yo odiaba a
muerte la situación. Delante de mí padre en la mayoría de las ocasiones
agachaba un poco la cabeza y no respondía nada, lo que a él en general le
parecía un asentimiento tácito por mi parte. La verdad es que era incapaz de
encontrar la frase adecuada para rebatir su opinión sobre mi persona. Quería
decirle algo ingenioso y ganarle la batalla dialéctica, pero las veces que le
intentaba dar una explicación similar a la de los párrafos anteriores me salían
frases endebles y sin consistencia. Siempre salía perdiendo. Yo lo que
necesitaba era una frase corta como la suya que me diera el KO técnico de la
conversación. JAMAS LO CONSEGUÍ.
A partir de los 18
años la inquietud de saltar de afición en afición, la tuve que aplicar a la
vida laboral. Me fui a estudiar a Bilbao. En aquel entonces, no existía Ingeniería
Industrial en Navarra y Bilbao tenía muy buena fama. Para pagarme la carrera,
alojamiento, etc. fue necesario el que me pusiera a trabajar. Lo que en el
campo de las aficiones era optativo, en el campo laboral se hizo obligatorio.
Trabajé de peón de albañil, de obrero en la “cadena” de empresas de producción
industrial, de profesor particular, de camarero y de impresor (seguro que me
dejo algo). En resumidas cuentas, en todo aquello para lo que no se necesitaba
especial capacitación, me admitiesen y pudiese sacar algo de dinero.
Cuando acabé la
carrera y empecé a trabajar, mi virus interno de “culo inquieto”, volvió a
aparecer y a lo largo de mi vida laboral, fuí necesitando el cambiar de tipo de
empresa (industrial/servicios), el cambiar de sector (telco, automoción, TIC,
etc.), de propiedad (Público/Privada) y de otro tipo de diferencias. En mi caso
creo firmemente que fue positivo y que me ha hecho conocer a muchos grandes
profesionales de los que he aprendido y han conseguido que sea mejor persona, mejor
trabajador y mejor profesional.
De vez en cuando
reflexiono sobre esto último con más pena que gloria cuando veo lo que la situación
económica en la que nos encontramos ha hecho con muchas personas y desgraciadamente
muchos de ellos conocidos. Personas que
a lo largo de los años habían encontrado su zona de confort o su zona de
especialización, y la llegada de la crisis les ha arrebatado o una u otra, debido
a la cantidad de empresas que o bien han recortado su personal o bien han
cerrado.
Prácticamente cada
semana recibo la llamada de un antiguo conocido cuyo perfil era “A” y en la
actualidad no le queda más remedio que ser “B”. Como han cambiado los anuncios y
las entrevistas de selección de personal, en donde “lo que se busca” de los candidatos
es que sean: polivalentes, capaces de participar en la gestión del cambio y
adquirir rápido la gestión del conocimiento de la nueva empresa. Por supuesto
con flexibilidad, disponibilidad para viajar, etc.
Recuerdo las
entrevistas de selección de personal que hacía mi amigo Oscar Matellanes, en
donde dirigiéndose al candidato resumía todo lo anterior en una sencilla pregunta
con “mucha miga”: ¿Tiene usted 10 años de experiencia en el puesto que ocupa o
1 año de experiencia repetido 10 veces?
Desgraciadamente,
mi padre falleció hace unos años y la vida no me va a dar la oportunidad de
tenerlo delante una vez más para repetir aquellas situaciones, en donde él, mirándome
a los ojos me decía: Nicolás, “muchos oficios tenía Perico y ninguno le hizo
rico”. Han sido necesarios más de 30 años para que fuese capaz de levantar los
ojos, devolverle la mirada y responderle con cariño: “Pero tampoco más pobre”.
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